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La lámpara mágica

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La lámpara mágica

Paco caminaba a la orilla del mar recogiendo conchas para su colección. En ella había de distintos tamaños y colores.

Mientras trataba de levantar una que parecía que estaba sumamente enterrada en la arena, se dio cuenta de que aquello no era un caparazón, sino más bien la punta de algo.

Escarbando notó que aquello que había encontrado era un objeto de color dorado, aunque lucía algo desgastado. Lo guardó en una bolsa y fue donde estaba su padre para enseñárselo.

– Mira papá lo que me encontré.

– Es un pedazo de basura hijo. Creo que es una aceitera antigua. Será mejor te la tires aquí mismo, pues tu madre no dejara que la lleves a casa.

No obstante, el pequeño la ocultó entre sus cosas y ya en su hogar la frotó con un trapo para tratar de quitarle algo de arena.

Repentinamente el artilugio se calentó y de su punta emergió un humo azulado, para luego convertirse en una figura humanoide.

– Tú debes ser mi nuevo amo. Soy el genio de la lámpara maravillosa y estoy aquí para concederte tres deseos.

Paco pensó que estaba soñando, por lo que le siguió el juego al supuesto ente mágico.

– Quiero ser el niño más popular de la ciudad.

– Mañana por la mañana tu deseo será concedido.

Al día siguiente, Francisco se levantó y vio como su lámpara ya no estaba en donde la había dejado, sino que se hallaba debajo de la cama.

Acto seguido encendió su computadora y vio cómo el número de amigos de su cuenta de Facebook se había incrementado a niveles insospechados. Casi la totalidad de gente que conocía estaba ahí. Además, en su muro aparecían fotos de él con personas de la farándula.

Después de comer, decidió ir a tomar un helado, mas no pudo hacerlo pues fue interceptado por una muchedumbre que le pedía autógrafos y hasta una que otra selfie.

Lo cierto es que le tomó muy poco tiempo entender que los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de las manos.

Por ello, en la noche le pidió al genio que revirtiera el hechizo. Luego tomó la lámpara y la enterró en el lugar en donde la había encontrado, pues para ser feliz no hace falta ser popular, sino ser apreciado por las personas que realmente te quieren.


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